En algún lugar de Santa Tecla, en 1891...
El día ha hecho estragos en el cuerpo del nuevo trabajador. Claro que no es fácil limpiar aquellos inmensos jardines. La noche ha caído y Calixto acaba de terminar su jornada y solo quiere descansar un poco; pero aún tiene otra obligación por cumplir. Los patrones, en su primer día de trabajo, le encargaron preparar los jardines de cada uno de los cuatro accesos de la casa, que esta noche recibirá a muchos miembros de la familia; y a alguien más.
La casona luce pletórica. El jardín parece cobrar vida. Los invitados han llegado puntuales. Los carruajes suben la cuesta de la colina y se detienen frente a las enormes escaleras de la casa. De ellos descienden damas muy distinguidas y caballeros de elegante vestir. Al final de las escaleras los recibe don Rafael:
- Hermanos, gracias por acompañarnos en esta noche tan importante. Sean bienvenidos a su casa. Esta noche compartiremos todas las grandezas que él brinda a nuestra familia.
Al ingresar a la casa, una gran sala da la más cordial bienvenida. Toda la casa luce decorada con elementos del barroco. Los adornos son muy elaborados. Los pasamanos de las escaleras que llevan a la segunda planta son exquisitas obras de arte. Las pinturas que cuelgan de las paredes son auténticas bellezas. En las escaleras viene bajando la esposa de don Rafael: doña Carolina. Ella parece una hermosa quinceañera recién presentada en sociedad. Su rostro no presenta ni un solo desgaste del tiempo:
- Muy buenas noches familia. Que bien podernos reunir en esta hermosa noche de luna llena para ser parte de sus magníficas obras.
Extrañamente, otra de las labores que los patrones le encargaron a Calixto en su primer día de trabajo había sido conseguir un traje de gala que le quedara a la medida. Él joven lo ha hecho y en estos momentos se encuentra arreglándose en su habitación. La demás servidumbre prepara el banquete.
Han pasado ya muchas horas de fiesta y se acerca la medianoche. Algunos invitados ya se han retirado y solo quedan los tres hermanos menores de don Rafael, con sus esposas:
- Como saben, queridos hermanos, se acercan las elecciones para alcalde de la ciudad. En la familia hemos deseado ese lugar por años; y este es el año elegido por mi señor. No esperaremos más para gobernar Santa Tecla. Dentro de cuatro meses seré el nuevo gobernarte y nada nos vencerá. Continuaremos extendiendo nuestras riquezas y seremos recordados durante muchos siglos. ¡Salud, hermanos!
- ¡Salud!
En el reloj de la sala faltan solo dos minutos para que la noche se convierta en madrugada. Los sirvientes han despejado la sala y solo dejan una preciosa silla de cedro fino al centro.
- ¡Llegó el momento! ¡Él está cerca! –decía don Rafael. Traigan al elegido.
Calixto, el muchacho que cumplía apenas su primer día de trabajo, es el elegido. Él se ha emocionado, mas ignora lo que sus ojos están apunto de presenciar. El joven, vestido con las mejores telas que su piel jamás haya portado, es llevado a la sala. Otros sirvientes colocan cinco velas alrededor de Calixto; que de pie se pregunta el porque de todo esto.
- Abran las cuatro entradas de la casa. Mi señor ya está sobre ella y quiere entrar para estar con nosotros.
Cada hermano abre una de las cuatro puertas de la casa, todas orientadas a los cuatro puntos cardinales. Los perros que vigilan la casona aúllan para adorar a su señor. Una intensa neblina ha comenzado a ingresar por cada puerta. En la puerta principal, la figura de un obscuro jinete encapuchado se materializa. Este ser baja de su corcel y flota hacia su trono de cedro. Los hermanos se inclinan y don Rafael se dirige al rey de las tinieblas:
- Mi señor, le esperábamos impacientes. Este año de riquezas que usted nos ha regalado se lo queremos agradecer con un alma pura que desde este día será suya. Recíbala como muestra de nuestro agradecimiento por todos los favores otorgados por su inmenso poder.
Estas palabras fueron bien recibidas por el obscuro jinete del mal. Calixto, incapaz de realizar un mínimo movimiento, desea correr pero es inútil. Este ser demoníaco ha lanzado la mirada a su víctima y ha levantado sus brazos. El alma de Calixto está siendo ofrecida como sacrificio. El cuerpo vacío del joven cae contra el piso de cerámica. Portentoso, el maligno se acerca a don Rafael y se desvanece frente a él. La neblina desaparece muy rápido y ningún rastro queda de lo que acaba de suceder.
Cada hermano se despide y se dirige hacia las demás casas que esta familia posee en la floreciente Santa Tecla. Esa noche fue una de las tantas en que esta poderosa familia reforzó la creencia que perdurará por muchos años más en nuestro pueblo.
sábado, 15 de marzo de 2008
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